Las relaciones de pareja crean un fuerte sentimiento de pertenencia. Se establecen vínculos y lazos para funcionar juntos como una nueva entidad a la que pertenecen los dos.
Pero muchas veces la idea de pertenencia se transforma en un arraigado sentimiento de propiedad, que te hace pensar: “mi pareja es mía”. Tu pareja deja de ser una persona que elige compartir tu vida, para convertirse en alguien que te pertenece.
Todo esto ocurre sin que te des cuenta. El sentimiento de propiedad se apodera de ti a medida que la relación se hace más cercana e íntima. Una vez que éste te posee, la relación se hace más difícil y ocurren cosas como estas:
- Inviertes mucho tiempo y energía al tratar de controlar a tu pareja.
- Generas muchas expectativas acerca de cómo debe ser, actuar y funcionar, esa persona que consideras tuya.
- Aumentan las discusiones, calmadas o explosivas según el temperamento de cada uno de ustedes.
- Aparece el distanciamiento y la incomunicación.
- Se dificulta la convivencia en pareja.
El malestar se agrava cuando hay una separación. Aquí la sensación de pérdida es más desgarradora para quien tiene sentimientos de propiedad sobre el otro.
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Recuerdo una señora que vino a mi consulta para que la ayudara con el duelo de su divorcio. Aunque estaban separados y en proceso de divorciarse, ella continuaba trabajando en la empresa del esposo. El punto es que el esposo usaba tarjetas de crédito corporativas para todo. Y como mi cliente era responsable de todo los aspectos contables de la empresa, se enteraba de todos los viajes, hoteles, restaurantes y compras que él disfrutaba, en compañía de su nueva pareja. Eso, sin dudas, la incomodaba muchísimo.
En la consulta, trabajamos diferentes emociones alrededor de esa idea. Entre ellas la tristeza por no poder compartir más con él. La sensación de abandono pues ella no había encontrado pareja todavía, ni estaba en condiciones anímicas para hacerlo. La vergüenza, porque mucha gente conocida veía lo que su esposo estaba haciendo.
Cuando parecía que habíamos mejorado con la terapia, le pregunté a mi paciente si entendía que su esposo era una persona libre y que podía hacer con su vida lo que quisiera. Su respuesta fue un brutal ¡No, porque él es mío! Y acto seguido se deshizo en lágrimas y sollozos desgarradores. Ahí estaba el sentimiento de propiedad, saliendo desde el inconsciente, sin tapujos ni adornos.
Todo lo que habíamos adelantado en la consulta no fue real hasta ese momento. Su catarsis sirvió para tender un puente hacia esa secreta creencia y a partir de ese momento el proceso fluyó mucho mejor.
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Este sentimiento de propiedad casi nunca se muestra de manera tan evidente. Es algo que se mete en tu subconsciente, domina tus emociones e inspira una conducta posesiva. Te resulta fácil conseguir cientos de explicaciones para tu posesión y tu necesidad de control. De este modo evades tu motivación fundamental: el sentimiento de que tu pareja ¡es tuya!
Ya sea que estés sola, o estés en una relación, que estés iniciando algo o terminándolo, debes hacer un esfuerzo por tener presente qué es lo que te pertenece en una relación de pareja. Es importante reconocer lo que realmente construyes y obtienes de tu pareja. En mi experiencia, lo que te queda, como propiedad, en una relación de pareja, no es la propiedad sobre el otro, sino:
- Tus memorias: recuerdos de lo que compartiste y viviste, antes, durante y después de la relación. Estos recuerdos no tienen que ser iguales a los recuerdos que tiene tu pareja. No esperes que coincidan.
- Tus emociones: Muy asociadas a los recuerdos, pero tienen también vida propia, ya que tienen que ver con proyecciones, sueños, anhelos, temores.
- Tus dependencias: Todo aquello que recibes de tu pareja, los vacíos que llena esa persona, todo aquello en lo que te complementa y que aún no eres capaz de asumir por ti misma.
- Tu entrega: Todo lo que aportas a tu pareja, lo que has hecho para hacerle sentir a gusto, apoyado y querido. Si lo haces por el placer de dar, luego no te pesará haberlo hecho. De lo contrario, será como una piedra en el zapato o como una inversión fallida.
- Tus expectativas: Todo lo que deseas que la otra persona haga, lo que deseas de la relación, lo que has creído que debe ser de cierta manera. Recuerda que son tus expectativas y no tienen que ser las de tu pareja.
Como puedes ver, tu pareja no es tuya, pero el sentimiento de propiedad sí lo es. También lo son tus memorias, tus emociones, tus dependencias y expectativas. En cualquier etapa en que esté tu relación, revisa la lista anterior y trata de reconocer dónde estás parada. En lugar de apropiarte del otro, trata de apropiarte de tu mentalidad.
Preguntas: ¿Has experimentado el sentimiento de propiedad en una relación? ¿Crees que ha sido positivo para ti y para la relación?