Alguien que me trate de la mejor manera en que me podría tratar a mí mismo (y viceversa).

Siento que sólo puedo hablar de estas cosas en privado. Es por eso que lo escribo aquí, en el rincón más solo del universo, para publicarlo en el periódico menos leído de la galaxia. Y es que necesito hacer un pedido muy especial, que está fuera de los estándares aceptados, de las expectativas mayoritarias, de las leyes humanas y de la auto-importancia del ego. Estoy buscando una anti-pareja… Creo que dicho así, toda la idea puede resultar un poco confusa. Pero nada es más socorrido que unos cuantos párrafos para esclarecer las ideas.

El asunto central es que usualmente pasamos la vida buscando pareja, pero en muy pocas ocasiones –no sin notables y hasta heroicos esfuerzos de una o las dos partes- la pareja logra pasar la inquebrantable prueba del tiempo. Es que por más que uno diga que no le interesa eso de hasta que la muerte nos separe, en realidad cada ruptura de pareja, es siempre una perdida y un gran desafío emocional. Eso sin hablar de los cortes de presupuesto, cambios de vivienda, reordenamiento de las relaciones amistosas, cambios de horario, visitas guiadas y mucho más.

Siendo este el caso y habiendo pasado yo por esta experiencia en más de una ocasión, decidí protegerme un poco, esconderme podría decirse, para observar los toros desde la barrera y ver si, desde afuera, lograba alguna conclusión provechosa para mis relaciones futuras.

Lo primero que noté es que, para el común de los mortales, no hay manera de sostener una relación de pareja en el tiempo, sin que caiga en el aburrimiento, la rutina y el conformismo. Eso es especialmente cierto mientras más serio se hayan tomado el asunto, es decir: matrimonio, hijos, planes de HCM, carro familiar, casita bonita, el ahorro para los estudios de los muchachos, seguro de vida, vacaciones por resort y demás accesorios.

Lo siguiente que noté es que el principal anhelo de una pareja es completarse a través del otro. Si soy una persona poco emprendedora, pero reconozco el valor de ser emprendedor, seguramente voy a elegir a una persona emprendedora para suplir mi carencia. Del mismo modo, es posible que esa persona me elija porque soy ecuánime y ella no lo es. Siendo así, puedo sentirme completo con esa relación, ya que está cubriendo mis vacíos y viceversa. Sin embargo, cuando acaba la relación, la sensación de completitud desaparece y se siente como si te hubieran arrancado un órgano sin anestesia. Los verdaderos motivadores que unen a la pareja permanecen ocultos en la mayoría de los casos, nublados quizás por el agridulce velo del enamoramiento. Esto impide el desarrollo de las propias facultades, a la sombra de las habilidades de la contraparte.

Lo otro que noté es que las relaciones de pareja se basan en expectativas. Es irónico, porque generalmente las expectativas que tenemos de alguien nunca coinciden con lo que es en realidad. Tomamos algunos rasgos de la persona y comenzamos a tejer un personaje, olvidando que se trata de un ser real, distinto de nuestra imagen mental. Cuando algo nos recuerda esta diferencia, nos sentimos muy incómodos y tendemos a arremeter contra la otra persona porque ¿cómo se le ocurre no ser exactamente como yo esperaba que fuera?

Otro asunto que me sorprendió es que las personas comienzan a generar demandas y exigencias adicionales, que nada tienen que ver con el amor. Se imponen responsabilidades y roles sociales obligatorios, que no son sino extensiones comerciales impuestas por la costumbre, que deforman el amor y lo destruyen. Esto se presenta también en forma de velado chantaje, cuando cada parte comienza a imponer condiciones para ofrecer sus favores sexuales, monetarios, de tiempo, afectivos, etc.

Todo esto -y otras cosas más que callo- me hicieron ver la realidad de las llamadas relaciones amorosas. Dos personas se atraen en virtud de unos pocos factores conocidos y un mar de factores desconocidos. Inocentemente atraídos, se juntan. Hacen su mejor esfuerzo por acomodarse a lo que se espera de ellos, a lo que han hecho sus antecesores, sus vecinos, sus amigos… Ahí, comienzan a desaparecer, a desintegrarse, a caer en el letargo, el sopor y la inercia de la vida. Consciente o inconscientemente comienzan a conspirar uno contra el otro creyendo que son su mayor enemigo. Algunos lo soportan todo dolorosamente, tal vez en virtud de alguna clase de recompensa que desconozco, pero la mayoría sucumbe. Ocurre entonces que uno se desconecta del otro, en un último intento por recordar quien fue. A veces lo logra, sólo para recaer en un drama similar con un guión aparentemente distinto. Al otro, adolorido, carente de fuerzas para reinventarse, sólo le resta el dolor, el resentimiento y la ira que proviene del temor. Le han arrancado una función que le completaba, que le hacía ver como alguien entero. Ahora la carencia es mayor y las fuerzas parecen no alcanzarle para volver a empezar. No hay identidad.

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Re-publico este artículo del año 2005, donde compartí las primeras ideas del concepto de Anti-pareja

 

¿Has tenido experiencias similares a las que describo en este artículo? Coméntanos.


    1 Response to "Busco una anti-pareja. Parte I"

    • Aristides Molina

      Hola Luna, veo que estás en una situación difícil y no puedo decirte qué hacer. Pero sí puedo darte algunas ideas acerca de dónde mirar para que aclares tus ideas antes de tomar una decisión. Lo primero es que vea a donde quieres regresar, si es a la relación ideal que tú anhelas o si es a la relación que tenían justo antes de separarse. Porque es muy probable que las cosas no vuelvan a ser como la anhelas y pueden ser más de lo mismo del último tiempo o tal vez peor. El escenario más realista para que regresen, sería que tanto tú como él tuvieran la determinación de reinventar la relación. Y para esto necesitan comunicarse con claridad, reconociendo lo que los llevó a separarse y cómo lo piensan evitar, los cambios que cada uno quisiera hacer y las expectativas mutuas. No lo hagas a la ligera, para que sepas lo que estás haciendo y para que te dure. 😉 Un abrazo de luz

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